love is in the air

lunes, 15 de febrero de 2010
 
Cuando pasó el ojo por el escáner de retina sonó un pitido asegurando que se permitía el acceso del sujeto. Las paredes del pasillo eran blancas, impolutas, como si nunca se hubiera posado una mota de polvo sobre ellas. Al final de este, había una puerta del color del frío metal que Stevens no dudó en cruzar. Una vez dentro se encontró con sus dos buenos compañeros Rosenberg  y mollineri.
Stevens posó su maleta de cuidado cuero negro sobre la mesa, recogió la corbata sobre su pecho y tomó asiento junto al resto dispuestos a comenzar la última reunión.
Mollineri comenzó rompiendo el hielo.
-y bien señores ¿tenemos alguna objeción o alguna duda sobre la reunión anterior?-
-¿Cómo pretendes convencer a la gente de que consuma este producto?- replicó Rosenberg.
-Esta todo previsto. Tenemos a todos los medios de comunicación de nuestra parte. Nuestro producto saldrá en las noticias, en la prensa, en los anuncios y en cualquier lugar en el que se pueda colgar una pancarta o escribir una línea. ¿No es así señor Stevens?-
Stevens mostraba una mueca seria e inexpresiva. Simplemente se limitó a asentir.

-es como poner la zanahoria en un palo y enseñársela a un asno.- continuó Mollineri. – todo el mundo acudirá a las farmacias en rebaño para intentar salvarse de la plaga.

-pero el peligro es real-

-cierto, el peligro es real. Ya se han registrado casos de canibalismo en varias zonas del este de Europa y la costa oeste de EE.UU. pero son casos aislados y controlados que no suponen ningún riesgo para nadie. Solo tenemos que hacerles creer que tenemos la vacuna que evitará esas transformaciones y que el virus deje de propagarse. ¡¡¡Seremos millonarios!!!

Los ojos de Rosenberg se iluminaron de ambición pensando en la ingente cantidad de dinero que recibirían si la trama salía bien.
El señor Stevens continuaba con su cara de nulidad. Estaba demasiado acostumbrado a estos trámites y no le suponía ningún trastorno emocional.
Dicho esto, Mollineri sacó un maletín cerrado con una clave y una pequeña llave. De el salió un clasificador con información y lo que parecía la caja de un medicamento. Stevens abrió su maletín y dejó al descubierto una cantidad casi innumerable de billetes grandes. El presidente, el farmacéutico, y el publicista ya tenían firmado el acuerdo.
-solo nos falta una cosa- recordó Mollineri.- ¿Cómo llamaremos al virus?-
Stevens pensó por un segundo-se transmite por el aire como la gripe ¿no?
-exacto-
-pues pongámosle gripe Z por aquello de los zombies ya sabes...-
-la  Z no es una letra bonita y no vende… por qué no lo llamamos gripe A



1 comentarios:

lavozabsurda dijo...

jjajajaja, me matas maese Taylor, me matas una y otra vez, y una y otra vez vuelvo a la vida...

¿Que no molaría que la gripe A hubiera provocado de verdad casos de canibalismo?

Besitos.

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